Las casas a la malicia, un ejemplo de picardía española en el siglo XVI.
Como ya sabéis en Leaf Madrid adoramos las curiosidades, en especial aquellas que pasan desapercibidas a simple vista. Pues bien, hoy toca hablar de las casas a la malicia. Unas casas que básicamente tienen trampa. ¿Quién no ha oído hablar de la picaresca castellana, y por extensión, la española?
Nos adentramos en el barrio de la Latina, en la zona más antigua de Madrid. El trazado medieval se intuye en las calles angostas y las curvas improvisadas entre la Plaza de Carros, la Plaza de la Morería, el Jardín de las Vistillas, el Mercado de la Cebada, y la Plaza de la Paja. Bien es cierto que no es la zona más visitada de Madrid, pero tiene un encanto peculiar, una tranquilidad atemporal y perenne poco habitual en una capital europea, más bien típica de un pueblecito cualquiera.
Callejeando por este barrio, nos podemos encontrar alguna que otra casa un tanto…rarilla. Son las llamadas “ casas a la malicia ”, y para conocer su historia, nos tenemos que remontar a los tiempos de Felipe II.
Los círculos marcan tres de estas casas a la malicia: calle de la Redondilla, Plaza del Alamillo, y Calle de Segovia.
Durante la primera mitad del siglo XVI, la capital de España había sido itinerante, nómada, cambiante; la capital será la plaza que ocupe el rey en ese momento. La corte se desplazaba junto al monarca con toda su impedimenta, y por razones obvias, con el tiempo esto se convirtió en un inconveniente de lo menos práctico. En 1561, Felipe II fijó la capital de forma definitiva en Madrid.
Como cualquiera puede imaginar, todos los nuevos funcionarios de la Corte y del ejército, además de otros buscavidas, fueron a parar a la nueva y flamante capital, con el resultado de que no había alojamiento para los recién llegados. Para encontrarles espacio, Felipe II proclamó la Regalía de Aposento. La ley decía, a modo de usufructo real, que aquellas casas con más de 2 plantas, debían ceder el resto a los nuevos funcionarios. En palabras llanas, lo que significaba aquel decreto real es que si tenías 2 o a más pisos, el 2º y siguientes pasaban a disposición real para que realojaran en la nueva capital a sus funcionarios.
¿Creéis que a los madrileños les gustó la idea de meter a un desconocido en su casa? La ley tenía un punto que decía que este alojamiento sólo se daría en caso de que la casa fuese de fácil partición. Remitámonos al acerbo castellano: hecha la ley, hecha la trampa.
La gente empezó a ocultar plantas en el interior de las casas, a cambiar la forma de los tejados, y a mover las ventanas de sitio para ocultar sus casas dentro de ellas mismas dando nacimiento a las casas a la malicia. Plantas bajas ocultas, plantas intermedias, buhardillas, ventanas movidas de sitio…¡Toda una gran resdistribución del espacio! Veamos un par de ejemplos, que una imagen vale más que mil palabras.
¡Y así de esta forma tan ingeniosa evitabas que te llenaran la casa de desconocidos reales! ¿Ingenioso verdad? Sí algo ha mantenido España a lo largo de la historia ha sido su ingenio y picaresca. De hecho no hay nada más que darse una vuelta por el centro de Madrid para darse cuenta de que esta picardía del SXVI sigue aún viva en nuestras calles. En concreto y además del Barrio de la Latina, la otra zona de la ciudad con más casas a la malicia es el Barrio de Huertas, o también llamado Barrio de las Letras. Si queréis saber más sobre estas casas, y en concreto sobre la casa a la malicia más famosa de Madrid y que perteneció a uno de los grandes literatos del siglo de oro, os animamos a que vengáis a nuestro Free Tour El Madrid de las Musas, en el que descubrimos el barrio por el pasaron los mayores talentos de la literatura hispánica además de muchas más curiosidades como estas.
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