El viaje del retrete de Fernando VII desde el Museo del Prado al Museo del Romanticismo.
Madrid es una ciudad en la que si te aburres es porque quieres, en parte por la oferta cultural que tiene a nuestra disposición. Es una ciudad llena de museos de diferente temática y hoy nos vamos a alejar de los míticos museos ubicados en el Paseo del Prado, para irnos hasta Tribunal a visitar el Museo del Romanticismo para buscar entre su colección una pieza única, un retrete, y no otro que el retrete de Fernando VII.
Se trata de un antiguo palacio de estilo neoclásico construido en 1776, que a través de sus habitaciones nos permite viajar al siglo XIX para conocer las condiciones de vida de la alta burguesía de ese periodo histórico, así como a sus principales protagonistas en España. Imaginaos el lujo que se respira en dicho museo, las obras de arte que cuelgan en sus paredes hechas por los más importantes artistas del momento, entre ellos Goya… pero de todas las habitaciones y objetos que se exhiben en el museo, dedicaremos unas palabras… ¡ni más ni menos que al retrete de Fernando VII!
¿Sorprendidos o quizás decepcionados con la temática de este post? Creedme que después de leerlo veréis que hablar de un retrete da para escribir unas cuantas páginas.
Así que todos juntos atravesamos las nueve primeras salas del palacete y llegamos a la sala X denominada “el pasillo”. En ella encontramos expuestas una serie de piezas dedicadas a la higiene masculina, que ya de antemano diremos que todavía en el siglo XIX el aseo diario no se encontraba entre las primeras necesidades, ni siquiera entre las clases más altas. Aún durante el Romanticismo, bien entrado el siglo XIX, no impresionaba encontrar en cualquier rincón de un palacio burgués, una jofaina o palangana para lavarse, y cuando las señoras se retiraban a las habitaciones reservadas para sus reuniones, lejos de sus maridos, ellos aprovechaban para sacar sus orinales y depositar allí sus desechos personales. Habría que esperar hasta finales del siglo XIX para que se creara un cuartito específico y que este tipo de actividades se convirtieran en íntimas.
Los lectores que nos conozcáis por pasear con nosotros por el Madrid de los Austrias, no estaréis muy sorprendidos con lo que se acaba de explicar. Pero volvamos a la sala X del museo, porque entre todos los elementos de aseo presentes en la sala, lo que más llama la atención es que sí había algunos afortunados que contaban con un retrete en sus casas… bueno, casas o museos, ahora entenderéis por qué digo esto.
En esta sala se encuentra el Retrete de Fernando VII, un elegantísimo mueble en forma de sillón, construido en madera con incrustaciones de bronce, todo forrado de elegante terciopelo dorado, una pieza que nada más verla te invita a sentarte en ella, si no fuera porque en el centro del mueble se abre un orificio cuya función está más que clara. Aunque su aspecto sea digno de unas reales posaderas, el sistema de recogida de los desechos personales que allí se depositaban, no se diferenciaba en nada de cualquier otro retrete de la época, pues la recogida tenía que hacerse a mano para poder sacarlo de tu casa.
Pero lo que más sorprende de este mueble no es su belleza ni su función, sino el lugar en el que estaba ubicado originalmente. Este retrete fue concebido para estar en una de las salas del actual Museo del Prado, concretamente, podéis buscar su ubicación original cerca de la sala 39 de dicho museo, cerca de las pinturas de Goya, pintor al que no profesaba gran afecto. Ya advertimos que este post venía con sorpresas porque ahora estaréis pensando que qué tendrá que ver un Museo con las posaderas de dicho rey.
Para ello, muy brevemente, explicaremos qué relación tiene este rey con el Museo del Prado. Fernando VII “el Deseado” bien se merece unas páginas o quizás un post entero, porque fueron muchas las desgracias que provocó en nuestro país, pero si algo tenemos que agradecerle fue que se le ocurriera una nueva función para el antiguo Gabinete de Ciencias Naturales y bajo su gobierno, en 1819 se convierte en el Museo Nacional del Prado. Pero esperad… que aunque él se lleve el mérito de esta decisión, la idea la tuvo su segunda esposa María Isabel de Braganza, así que si nos ponemos a pensarlo… ni siquiera esto le debemos. Aunque hayan sido breves las palabras dedicadas a este rey, aquí os dejamos un retrato que realizó Goya con cariño, que no es una caricatura, y con ello podéis haceros a la idea de cuán lucido fue este rey.
En sus orígenes, la sala 39 del Museo de Prado era una sala de descanso para los reyes y al lado contaba con un pequeño cuarto destinado a la higiene íntima de los monarcas que llevaba el nombre de “Retrete de S.M. en el Real Museo”. Se trata de un pequeño rincón decorado con teselas de mármol de colores con motivos vegetales. Aunque la decoración de la habitación fue ordenada por Fernando VII, no se terminaría hasta dos años después de su muerte en 1835 y el retrete se trasladaría al Museo Romántico en 1923 donde ya se ha mencionado que podemos admirarlo.
Lamentamos informar que en el Museo del Prado no está permitido realizar fotografías y por ello no es posible mostraros aquí cómo luce actualmente esa pequeña sala, pero ello da mayores motivos para que os acerquéis y os perdáis por sus salas buscando la habitación donde se ubicaba el retrete de su majestad y por supuesto no dejéis de visitar el Museo del Romanticismo para ver el magnífico mueble. Además si os habéis quedado con las ganas de descubrir por qué Fernando VII nos cae tan bien, no dudéis en apuntaros a uno de nuestros tours o buscarnos en la Puerta del Sol.